Es la entidad clínica más frecuentemente encontrada en la consulta médica, históricamente se ha interpretado como castigo divino, (la palabra en inglés se deriva del latín “poema” que significa castigo) o atribuido a una actividad demoniaca.
En la edad media, en que dominaba la interpretación religiosa, el dolor era ofrecido a Dios como purificación o santificación personal (y aun en este tiempo he escuchado a varios que así lo interpretan). Se manejaba comúnmente recurriendo a los santos y sus curaciones milagrosas.
Hoy sabemos que el dolor es un mecanismo protector para evitar una lesión del cuerpo, y se manifiesta siempre cuando un tejido está siendo dañado, obligando al individuo a reaccionar para evitar el estímulo.
Es entonces una función del sistema nervioso que proporciona información de algún elemento que potencialmente amenace la vida. El estímulo es intenso, se percibe cuando hay un daño tisular real o potencial.
Clínicamente se establece un patrón temporal para diferenciar cuando el dolor pierde su función de defensa para convertirse en un proceso enfermizo. Por lo general el dolor agudo se considera fisiológico y de defensa, mientras que el crónico se convierte en parte de la enfermedad.
Se acepta comúnmente entonces, que el dolor agudo es una respuesta fisiológica destinada a evitar al organismo agravamiento de la lesión y facilitar la activación de los mecanismos de reparación. Su tratamiento no supone mayor complicación que administrar una terapia analgésica de forma adecuada, pero la realidad es más compleja, puesto que no siempre se resuelve tras la desaparición de la lesión que lo causó primariamente y con mucha frecuencia no se prescribe un buen tratamiento.
El dolor crónico es en sí mismo una entidad clínica. Suele definirse como aquel dolor que persiste más allá de un periodo razonable tras la lesión que lo causó. Su duración prolongada y ausencia de propósito fisiológico, constituyen las características más importantes y a veces únicas de la enfermedad, el componente psicológico es preponderante en la mayoría de los casos crónicos.
El tratamiento convencional consiste en eliminar la causa que lo originó, administrar analgésicos, psicofármacos, antiepilépticos, glucocorticoides, y a veces, en casos extremos, el abordaje quirúrgico. Lamentablemente, no siempre es posible desde el punto de vista alopático, resolver el problema, y las personas se acostumbran a vivir con esta desagradable sensación, haciendo de la vida una experiencia indeseable.
Pero, te tengo buenas noticias, hay una manera diferente de abordar el problema, con un tratamiento no convencional, que pudiera ser la respuesta que has estado buscando antes de recurrir a procedimientos invasivos. Por favor búscanos, con gusto trataremos de encontrar una solución adecuada para tu caso particular, con la posibilidad de una resolución más efectiva.